![]() |
![]() |
Célebre encuentro de bachilleres después de 45 años
Si el Instituto Técnico Central de Bogotá no hubiera sido el sitio que acogió por 7 años al grupo Batec 70, no habrían podido decir: “Nos conocimos siendo niños, nos despedimos siendo adolescentes y ahora nos re-encontramos en la recta final de la vida”. El pasado 12 de diciembre del 2015 se dio cita en el Club Militar de Bogotá, Colombia un grupo de bachilleres egresados de la magna institución en el año 1970. Alrededor de 30 bachilleres, hoy en día profesionales en su mayoría jubilados y hombres de negocios asistieron al encuentro. Circunstancias de trabajo no me permitieron asistir a la celebración de los 45 años de Batec 70 pero he seguido de cerca la trayectoria de los hechos, tanto como he podido, primeramente por lo que significa en sí mismo re-encontrarse después de tantos caminos recorridos y segundo, por esta obsesión que me ha acompañado a lo largo de los años, de observar gente, trayectorias y experiencias humanas. Además de haber estudiado juntos, hay cuatro razones que estos viejos compañeros tienen en común: La primera es que todos coinciden en ver aquella época de la adolescencia como una etapa muy especial de su vida. Alvaro Reyes, pensionado docente y sindicalista, así lo demuestra cuando dice: “Se me aguan los ojos al recordar una de las mejores etapas de la vida… encontrarnos y poder revivir esos años hacen que tengamos un renacer”. Marco Arturo Prada, quien fue la persona clave en la cristalización de este encuentro considera “…esos recuerdos alimento muy importante para el alma …porque allí se cruzaron nuestros caminos y con ello quedaron ligadas nuestras vidas”. Pedro Segura, quien reside en Venezuela, dice: “Qué bueno es recibir mensajes… de esa época linda e inolvidable que pasó por nuestras vidas. …desde la distancia, quedarán en mis pensamientos y vivencias …todos estos recuerdos gratos de nuestra adolescencia y juventud”. Y no es para menos. Batec 70, como se ha llamado al evento, permitió que estos 30 exalumnos del Técnico Central de Bogotá, una de los mejores institutos de enseñanza técnica del país en ese momento, pudieran encontrarse para compartir, aunque fuera brevemente, un desfile interminable de comentarios agradables acerca de la vida escolar, cuando eran tan solo adolescentes. Orlando Scarpetta, un físico e ingeniero industrial jubilado trajo esos comentarios cuando recordó “…aquellas épocas de colegio en donde pasábamos ratos amenos en el taller de Motores (nuestras dormidas en los carros y los momentos que escuchábamos la vuelta a Colombia), en otras muchas ocasiones nos reunimos en nuestras casas para estudiar junto con Hernando Mojica entre otros y las tertulias a las cuales asistimos por invitación de Fabio Gutiérrez en el pueblito de Mosquera”. Alvaro Ignacio se refiere a “la música que hizo vibrar las fibras de nuestro ser como la de Julio Iglesias, Fausto, Leonardo Fabio, Nino Bravo y Claudia de Colombia”. A estos recuerdos debemos añadir las jugadas de billar, de las que Héctor Cuervo “el monito” siempre salía ganando, las fiestas en el salón de las bodegas del Ley, las obras de teatro que preparábamos con tanto empeño para celebrar los viernes culturales, los campeonatos de basquetbol donde Arnulfo Rodríguez, alias “Pipelón” era la estrella y las ferias de la ciencia, donde se presentaban trabajos de verdadera calidad. Esos sentimientos, continúa Orlando “...que guardamos de nuestra añoranza permanecen intactos como si el tiempo no hubiese pasado”. Yo digo lo mismo, sin olvidar que fuimos una generación de gente pensante y muy difícil de “adiestrar”. En plena adolescencia, por ejemplo, Jorge Enrique Guzmán ya había leído las obras de Freud y hablábamos de psicoanálisis a toda hora en clases; sabíamos del impacto que estaban causando escritores como Jorge Icaza, Vargas Llosa, Miguel Angel Asturias y García Márquez. Neruda seguía inundando de luz y de esperanza el alma de los jóvenes de esa generación y mirábamos con interés la ciencia moderna que empezaba a despuntar. La primera vez que oí hablar de cibernética fue por parte de Julián Duarte, quien fue injustamente expulsado por las directivas del colegio. Nos causaba gran curiosidad la Revolución China, el fenómeno de Cuba y la Teología de la liberación que se estaba extendiendo por Latinoamérica. Esta oleada de ideas nuevas, por supuesto chocaba con la mentalidad de las directivas. Se estaba gestando dentro de nosotros un espíritu libre que se encausó posteriormente en la Universidad de diferentes maneras. El conflicto causado por nuestras ideas llevó a la expulsión de dos compañeros. Los curas jamás pudieron entender que “los de séptimo B” se atrevieran a hacer un “paro” de actividades escolares para protestar por los estudiantes expulsados, cosa que nunca había sucedido y jamás nos perdonaron que en el discurso de despedida pudimos decir que nos graduábamos con la frente en alto “a pesar de haber bebido el ácido de la represión”. Otra razón en común: Todos nacimos alrededor de la mitad del siglo 20, lo cual nos hace sesentones, por lo cual fuimos testigos presenciales de un siglo que marcó cambios irreversibles en la historia de la humanidad. Desde la llegada del hombre a la luna, la cual vimos por televisión, -en blanco y negro- hasta la guerra fría entre Rusia y Estados Unidos; desde el conflicto de Vietnam, que culmina en 1975 hasta la caída del muro de Berlín en el 89. Desde el despertar político de América Latina, asfixiado por el país del Norte hasta la creación del primer bebé probeta en el 78; desde la aparición del virus del SIDA en el 84 hasta la entrada en la era virtual durante la última década del siglo. Quién de nosotros no oyó hablar de estos hechos, a medida que iban aconteciendo? Somos testigos de medio siglo de historia mundial y abrimos los ojos asombrados ante el siguiente, donde la tecnología impone su imperio. Cuando nuestro concepto de tecnología en el colegio se refería a las bondades de las máquinas herramientas, hoy la misma palabra se refiere al desarrollo de las comunicaciones, con la internet al frente, la aparición de las redes sociales y los aparatos más sofisticados para observar tanto el universo como los átomos y las células. He aquí una tercera razón en común. Los rostros del re-encuentro, revelando el arco-iris de emociones del que ha vivido mucho. Miradas satisfechas, bonachonas, sonrientes o perspicaces contrastan con las de ceño fruncido o simplemente de “poker” como evidencia de que hemos vivido la vida en toda su complejidad experiencial, una amalgama maravillosa de sentimientos y de ideas. No son 45 años lo que nos reune sino la experiencia recogida en sesenta y cinco años de edad promedio, que multiplicada por el número de asistentes al evento arroja una sumatoria aproximada de unos 1900 años de vivir diariamente. Porque la vida de cada uno es absolutamente respetable e irrepetible, el encuentro de bachilleres de 1970 debe verse como una oportunidad para celebrar la Amistad y la vida. Después de todo, estar todavía vivos es lo que importa y seguir explorando nuestro propio mundo interior hasta el final, eso es realmente lo que importa. Esto me lleva a mencionar la cuarta razón que tenemos en común y que se evidenció en este encuentro. Estamos en la recta final. En el vaivén de correos electrónicos he visto repetidamente expresiones como “Si Dios nos permite”, “somos abundantemente bendecidos”, “si es la voluntad de Dios”, “Que el Señor los siga bendiciendo”, etc. Me llena de gozo observar que ya aparece en el lenguaje de muchos la preocupación por el más allá, el anhelo del alma por trascender esta realidad tri-dimensional. La verdad es que ya casi terminamos nuestra experiencia en la tierra y estamos en la recta final. Hacia dónde? Desde una perspectiva total y a la altura de nuestra edad cronológica, vivir en el planeta pareciera ser como haber pasado por una larga escuela cuyo fin debe tener algún sentido. El reconocimiento de la presencia de Dios es nuestras vidas, sea cual sea la idea que de El tenga cada quien, indica que ha habido una trayectoria espiritual normal y profunda en todos los que así creemos. Estamos en el tope de la historia y en plena recta final de nuesta vida, cuando el lenguaje del alma, que es invisible a los sentidos, comienza a revelarnos en monólogo secreto que vivir es un misterio y que nuestros ojos se han ido abriendo paulatinamente ante la convicción de que continuaremos vivos en otras dimensiones de la Realidad”. Además de pasar una tarde inolvidable y amena, el grupo dedicó un tiempo para tratar de organizar lo que será el encuentro para celebrar los 50 años de egresados del ITC, en el año 2020, para lo cual se comprometieron a mantener un archivo actualizado y de añadir a la lista más compañeos cuyo paradero aún se desconoce. Reunirnos en el año 2020 sería un portento. Por ahora, sigamos viviendo cada día del presente en la esperanza de que Dios nos la preste para cuando nuestro camino alcance los setenta años de vivir intensamente. Comentarios prietojim@webelpuente.com
I Inicio I Locales I Internacionales I Nacionales I Columnas I Entretenimiento I Deportes I Clasificados I Publicidad I Escríbanos I Conózcanos I English Section I Advertise I Contact us I Archivo I Enlaces I
El Puente, LLC. © |
|||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
|||||
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |
![]() |