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  • Edición impresa de Junio 3, 2010

Con el petróleo al cuello

La parte más aterradora del desolador derrame de petróleo en el Golfo de México es que los únicos que pueden detenerlo son los mismos incapaces que lo causaron: BP.

Desde el 20 de abril, cuando la plataforma Deepwater Horizon estalló en llamas desatando el volcán petrolero submarino que asola hoy un ecosistema completo, hemos presenciado el desesperante espectáculo de la compañía BP dando palos de ciego. Y todos seguimos preguntándonos, ¿cómo es posible que esta pesadilla esté durando tanto? La explicación es bien sencilla. BP jamás tuvo un Plan B, jamás estuvo preparada para remediar esta catástrofe. Y ahora vemos que su única solución es improvisar sobre la marcha.

Primero debemos recordar los extraordinarios riesgos que asumió BP antes de comenzar a perforar. El pozo decapitado se encuentra a unas 50 millas mar adentro y a una milla de profundidad. Tratar de cortar el flujo en las presentes condiciones, algo que sólo puede hacer esta industria, es como atajar un derrame petrolero en la Luna.

Durante años, el Sierra Club advirtió que las explotaciones petroleras costeras conllevaban riesgos extraordinarios que constituían una amenaza cierta para los ecosistemas marinos y las economías que dependen de ellos.

Y desde el 20 de abril se ha desatado otro torrente, un torrente de noticias y descubrimientos que describen a una compañía obsesionada con las ganancias y negligente con las víctimas potenciales de su descabellada aventura petrolera. Desde entonces se han develado los siguientes escándalos de BP:

BP se negó a instalar una válvula de seguridad valorada en 500,000 dólares en el pozo accidentado que lo hubiera sellado automáticamente en caso de accidente.

Un técnico que trabajaba en la Deepwater Horizon confesó que la válvula de seguridad de inferior calidad instalada en la corona del pozo se había averiado semanas antes de la explosión y que los ejecutivos de BP lo sabían.

BP continúa inyectado cientos de miles de galones de dispersantes en el Golfo de México pese a que se dice que ha intoxicado a varias personas, está prohibido en Gran Bretaña y el gobierno federal le ha ordenado usar otros menos tóxicos.

BP obliga a los trabajadores de limpieza del Golfo a firmar un contrato que les prohíbe hablar con los medios. Etcétera, etcétera, etcétera.

¿Y todo esta debacle a cambio de qué?

Estados Unidos, con un 5% de la población mundial consume el 25% de la producción petrolera del planeta. ¿Qué porcentaje procede de las costas del país? Un 0.2%.

Los beneficios son insignificantes y los riesgos descomunales. El Sierra Club ha instado al presidente Obama a declarar nuestra independencia del petróleo, empezando por establecer una moratoria de exploraciones en las costas del país.

Incluso si el torrente logra detenerse, el daño ya está hecho, y ahora debemos ayudar a que las comunidades del Golfo se recuperen de semejante catástrofe. Ya es hora de exigir transparencia a la industria petrolera y a los reguladores que deben vigilarla para que esto no vuelva a ocurrir. Ya es hora de acabar con nuestra adicción petrolera y adoptar fuentes de energía limpias y renovables.

Las dantescas imágenes de un Golfo de México en llamas e inyectado de ponzoña tienen que abrirnos los ojos a todos para darnos cuenta de que estamos con el petróleo al cuello.

 


 

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