Carta al editor

Por James Nelson Gingerich

El jueves 28 de octubre, Max Mertz, presidente de la junta directiva del Centro de Atención Médica Maple City, me informó  que mi empleo como director ejecutivo y médico iba a ser rescindido con tres días de preaviso, el 1 de noviembre. No se me dio ninguna explicación, justificación o causa del despido.

Desde la apertura del centro de salud en febrero de 1989, a menudo salía a trabajar con la sensación de que era el hombre más afortunado del mundo: iba a hacer lo que siempre había querido hacer. Y este es el lugar donde he tenido el privilegio de hacerlo. He sido bendecido por la generosidad de esta comunidad y por las asociaciones con nuestros vecinos, y con otras organizaciones fuertes a nivel de la ciudad, el condado, el estado y el país. Y he sido bendecido con la oportunidad de trabajar con un personal maravilloso de personas profundamente comprometidas con la misión del centro de salud. Reflexiono con gran satisfacción sobre todo lo que hemos podido hacer juntos.

Hace apenas un mes, el Centro de Salud Maple City fue informado por la Asociación Nacional de Centros de Salud Comunitarios que era uno de los diez centros de salud de mayor calidad del país, basándose en una evaluación del rendimiento en áreas que tienen un alto impacto de carga de enfermedades y de costos. Ese anuncio vino acompañado de una invitación a participar en el liderazgo de una conversación nacional sobre mejorar  la calidad de los resultados en los centros de salud comunitarios.

Estoy orgulloso de que no sólo seamos una organización que presta servicios médicos, dentales y de salud mental vitales en nuestro barrio, sino también un lugar en el que el personal y los pacientes participan en oportunidades de cambio significativo: cambio de hábitos, estilo de vida, relaciones, conexión social y pertenencia.

No hace mucho aprendí que lo que uno siente por su relación con su supervisor es el mayor predictor de su satisfacción laboral. Reconozco que algunos empleados no prosperaron en su trabajo bajo mi supervisión. Lo lamento profundamente. Esperaba que el trabajo con los consultores contratados por el consejo se centrara en ayudarnos a escuchar y comprender a los demás, de modo que pudiéramos tomar medidas para reconstruir el tipo de confianza necesaria para mantener unas buenas relaciones de trabajo. Está claro que esa no es la dirección que han tomado la junta o su consultor, Rick Stiffney.

Lamento que lo repentino de este final signifique que no he tenido la oportunidad de despedirme en persona del personal ni de mis queridos pacientes. Trabajar con ustedes ha sido el privilegio de mi vida, y los echaré de menos.

Con profundo agradecimiento,

James Nelson Gingerich