Lo bueno de la Pandemia en una pequeña ciudad de México
Por Jimmer Prieto • El Puente Staff
Después de un año y medio de su aparición, la pandemia Covid-19 sigue siendo el acontecimiento histórico global más importante del siglo 21 hasta ahora.
Nos ha expuesto ante lo bueno, lo malo y lo feo de la sociedad en que vivimos y a replantear valores cruciales acerca del valor de la vida.
Nos ha permitido conocer cómo operan ciertos gobiernos ante crisis globales, dejando al descubierto la fragilidad de sus instituciones y en varios casos, hasta la inoperancia de sus partidos tradicionales.
Después de un año y medio de lucha científica ante un virus—que ha cobrado la vida de 4 millones de personas—nos ha forzado a inventar nuevas formas y métodos de supervivencia y nos sigue enseñando a ser más humildes.
Científicos del mundo entero han trabajado incansablemente en los laboratorios mientras médicos y personal de la salud lo han hecho en clínicas y hospitales. Hasta los artistas, especialmente en el campo de la música, volcaron creativamente sus talentos sobre la gente que sufría el confinamiento.
Hacerse consciente de que alguien puede ser portador del virus sin saberlo, ha contribuido a que mucha gente sobrepase el límite de su propio yo y se acostumbre a pensar responsablemente en el otro. Esto debe celebrarse en el siglo 21 como una señal de crecimiento ético global.
Como observador de la realidad que me rodea, quiero describir una de estas múltiples manifestaciones de solidaridad que vi en México, en una ciudad mediana del estado de Veracruz, en relación con la campaña de vacunación a sus ciudadanos. Es tan solo una muestra microscópica entre muchas manifestaciones positivas, dignas de destacar que han sucedido y están sucediendo en todos los países, donde la gente que trabaja en las instituciones hace la diferencia. Me refiero a individuos de carne y hueso, que en un acto consciente de trabajo, han añadido con su aporte personal a esta ola progresiva de cosas buenas que ha provocado el hecho de la pandemia, a pesar de su sombra de muerte.
La mañana era fresca el 8 de abril del año en curso. La población estaba respondiendo al llamado del Gobierno de Veracruz y de la Secretaría de Salud de Tuxpan:
“CONVOCATORIA PARA LA POBLACIÓN ADULTA MAYOR DE 60 AÑOS Y MÁS DE LA CIUDAD DE TUXPAN, PARA ACUDIR A LA VACUNACIÓN CONTRA COVID-19, DEL LUNES 5 AL VIERNES 9 DE ABRIL EN LOS TERRENOS DE LA FERIA”.
Tuxpan de Rodríguez Cano es cabecera del Municipio que lleva su nombre y se la conoce como el “puerto de los bellos atardeceres”.
La ciudad se encuentra ubicada a orillas del río Tuxpan, a 11 km de su desembocadura en el Golfo de México. Su clima es tropical con una temperatura media anual de 25 °C y lluvias abundantes en el verano.
Su población, en el 2017 era de 152,500 habitantes, incluidos 7,000 indígenas que viven en localidades ubicadas mayormente en la sierra.
La invitación se extendía a las localidades alrededor de Tuxpan, como Juana Moza, Congregación Juana Moza, Tampamachoco, Barra Norte, La Mata, Alto Lucero, Playa San Antonio, ejido Barra Galindo, Tumilco, Estero Tumilco, ejido La Victoria y La Peñita.
Igualmente, a las colonias urbanas: Las Lomas, Tenechaco, Rosa María, Esfuerzo, Nueva Esperanza, Jardines, Zona Centro, Escudero, Castillo, Cabo Rojo, Puerto Pesquero, La Rivera, Naranjal, Los Artistas, Géminis, Tulipanes, Anáhuac, Las Palmas, Petrolera, La Calzada y veinte barrios más.
Caminando o en sillas de ruedas provistas por las autoridades y acompañados por algún miembro de familia, los terrenos de la Feria comenzaron a llenarse desde las 8 de la mañana con ancianos venidos de todos estos lugares.
Con cortesía y respeto, el personal médico, vestido con batas blancas y el paramédico con sus uniformes respectivos, daba la bienvenida a los ancianos, uno a uno. Luego los conducían a diferentes salones, con asientos dispuestos a prudente distancia, en filas e hileras que similaban salones de escuela.
Los ancianos se iban sentando en orden. Había café y pan disponible, el cual algunos aceptaron mientras se les tomaban los datos de rutina. Aunque debían llevar su tarjeta de elector o CURP (Clave Única de Registro de Población) y comprobante de domicilio reciente, algunos abuelitos, por una u otra razón no pudieron cumplir con ese requisito. Recuerdo a uno bastante longevo, de unos 90 años, quien no portaba documento alguno y solo pudo dar su nombre. La persona que lo acompañaba afirmó que era él y esto fue suficiente para que se le llenara su ficha y minutos más tarde recibiera su vacuna.
Quedé asombrado con la cortesía, la amabilidad y la paciencia del personal paramédico hacia los adultos mayores. Ejerciendo un trato delicado, aunque muy profesional, las enfermeras les tomaron la tensión, el pulso y les hicieron las preguntas de rutina; luego les aplicaron la vacuna, no sin antes avisarles qué tipo iban a recibir. Finalmente, los condujeron a otro sector del salón, donde podían descansar por 20 minutos mientras observaban si alguien mostraba reacciones secundarias y luego los despedían, uno a uno por su nombre.
En ningún momento escuché una palabra de burla o irrespeto a algunos mayores que evidentemente no sabían responder ciertas preguntas sobre su historia médica. Por el contrario, con una paciencia no fingida, los paramédicos les repitieron más de una vez o les hicieron la misma pregunta con otras palabras. No faltaron los voluntarios espontáneos para mover un asiento o empujar una silla de ruedas cuando fue necesario. Creo que las personas convocadas ese día por la Secretaría de salud, se estaban sintiendo como en casa.
Lo que estaba ocurriendo en aquel salón también ocurría en los demás salones de las instalaciones de la Feria, los cuales llegaron a congregar hacia el mediodía, unos 500 adultos mayores.
A la salida de los terrenos, observé decenas de taxis públicos estacionados ofreciendo sus servicios pero además, diciendo: ¡Es gratis! Las personas solo tenían que dar el nombre de la localidad o de la colonia de donde habían venido. Se trataba de un servicio adicional, pagado por el Gobierno de Veracruz para traer y llevar de regreso a casa a los ciudadanos que no habían arreglado su propio modo de transporte. Una pareja de ellos, de unos 85 años aproximadamente, que dijo venir del ‘ejido La Victoria’ fue igualmente invitada por el taxista, a subir a su vehículo.
Afuera de los terrenos de la Feria había mucha gente; familiares o ciudadanos corrientes, todos con mascarilla, dispuestos a “echar una mano” a cualquiera que lo necesitara. Era una mezcla de cariño y de respeto que se podía sentir, por parte de las personas hacia sus padres, abuelos y bisabuelos que habían asistido a la vacunación, ante las que cualquier observador foráneo quedaría gratamente impresionado.
Al cierre de este artículo, se calcula que unos 20 millones de personas han sido vacunadas completamente en México, lo cual representa el 15.5% de la población total.
Usted podría pensar que es poco comparado con otros países; sin embargo, es mayor que Colombia (15%), Brasil (13%) y Argentina (10%) ( https://ourworldindata.org/covid-vaccinations?country=OWID_WRL)
Las estadísticas muestran que 900 millones de personas han sido vacunadas en el mundo. Si tan solo los ancianos de la tierra hubieran sido tratados con el respeto y la dedicación que recibieron los ancianos de Tuxpan, podríamos afirmar que la pandemia nos ha hecho mejores seres humanos.